El Palacio de Viana es uno de los grandes atractivos de Córdoba por su capacidad para transportarnos a otra época y mostrarnos el esplendor de una forma de vida ya extinta. No estamos en un museo, sino en una casa con mucha vida, que conserva las estancias, muebles, objetos e incluso el menaje de cocina de sus antiguos propietarios, expuestos en su lugar original.
La visita guiada al interior del palacio permite recorrer la mayor parte de las estancias del edificio, distribuidas en tres zonas: las habitaciones privadas de los marqueses, la zona de servicio y la zona de invitados.
La primera estancia privada es el Salón de los Sentidos: un salón de té con mobiliario del siglo XIX y pinturas murales que representan los cinco sentidos, inspiradas en Goya. Llaman la atención la porcelana de Sèvres sobre la chimenea, la lámpara francesa de cristal de Bacarrat y el biombo, de temática mitológica y procedencia mexicana.
Desde este saloncito pasamos a la estancia más utilizada por los últimos habitantes del palacio: el Salón Rojo, con sus paredes tapizadas en seda. La decoración fue obra de la tercera marquesa de Viana, Sofía Amelia de Lancaster, con el biombo chino en el centro, uno de sus regalos de boda, y el sofá rojo donde dormía la siesta. Otras piezas memorables son la lámpara de cristal de Bohemia, y el retrato de la reina Victoria Eugenia realizado por Joaquín Sorolla en 1918.
Desde el Salón Rojo se accede a las estancias de la marquesa, su dormitorio y cuarto de baño, que destacan por la sencillez de su decoración y los objetos de uso personal. Este apartamento privado tiene una de las mejores vistas de la casa, frente al Patio de las Rejas.
Los marqueses mantenían la tradición iniciada por la nobleza en el siglo XVIII de utilizar alcobas separadas, así que el dormitorio del marqués se ubicaba en otra zona de la vivienda. Su ambientación recuerda el camarote de un barco, con litografías de temas navales y una lente de faro como mesita para el teléfono, ya que su propietario era marino.
Al lado se encuentra el Despacho de la Marquesa, donde la ambientación del siglo XVI queda patente en su techumbre mudéjar, mientras que el mobiliario es de estilo el barroco. En los azulejos del suelo aparece el león rampante dorado sobre un campo de sinople, presente también en los balcones del exterior: símbolo del marquesado de Viana.
La visita a las habitaciones privadas finaliza en el comedor, cubierto por un artesonado manierista de casetones que atrae todas las miradas, aunque la decoración general se aleja de toda ostentación. La sensación que se quería transmitir era de austeridad, a pesar de estar decorado con objetos de gran valor histórico-artístico, como la chimenea al gusto plateresco con el escudo de los Saavedra, la alfombra colgada en la pared del siglo XV, o las piezas de cerámica popular de Talavera y Alcora del siglo XVIII.
En esta estancia está muy presente la figura del rey Alfonso XIII, del que el segundo marqués de Viana fue Sumiller de Corps, además de amigo. Así lo muestra el retrato en que el rey viste el uniforme de armas del marqués, dedicado por el propio monarca y realizado por Joaquín Sorolla en 1908.
Además, en una vitrina se encuentra el pergamino firmado con el discurso redactado Alfonso XIII durante una estancia en el palacio, que pronunció en el Círculo de la Amistad el 23 de mayo de 1921.
La primera estancia está dividida en dos zonas: la zona de cocción y la zona de lavado, donde destaca el fregadero de zinc. Seguidamente se encuentra la cocina campera que, con su decoración de marcado carácter popular, era el lugar predilecto de tertulia del último marqués de Viana.
Sobre la chimenea se puede apreciar una colección de jarras de cristianar de Bristol con reflejo metálico. Un gran lebrillo de cerámica sevillana, platos, fuentes, útiles diversos y dos alfombras alpujarreñas completan el conjunto.
En las vitrinas hay piezas de vajilla de la familia de porcelana del Viejo París y en el distribuidor, una colección de 36 bandejas de diferentes procedencias, predominando las orientales.
La parte de la vivienda destinada a los invitados cuenta con su propio salón, el llamado Salón del Artesonado, que nos permite adentramos en el ambiente señorial de las épocas renacentista y barroca. El nombre lo recibe por su cubierta de estilo mudéjar, que es de época moderna.
Del mobiliario destacan la sillería de estilo Luis XIV con tapicería de la manufactura de Gobelinos, del siglo XVII, y las mesas barrocas de factura española decoradas con carey. Las paredes están cubiertas con tapices flamencos del siglo XVI de temática mitológica. También hay varias pinturas religiosas de escuela italiana y pintura cortesana española de los siglos XVI y XVII.
Junto al salón se encuentran los dos dormitorios de invitados, que tienen un marcado ambiente francés, muy imitado por la nobleza hispana de los siglos XVIII y XIX. El primero es, precisamente, el llamado Dormitorio Francés debido al origen de su mobiliario, del siglo XVIII y de diferentes estilos. Destaca el tocador y sobre éste, el retrato de la reina Isabel de Farnesio, esposa de Felipe V, obra de Miguel Jacinto Meléndez de 1717.
El siguiente es el Dormitorio Negro, llamado así por el color de las baldosas vidriadas del suelo y de su mobiliario. Los muebles de estilo Napoleón III (segunda mitad del siglo XIX) están realizados en ‘papier-maché’ y madera laqueada, con dorados y aplicaciones de nácar que contrastan sobre los tonos oscuros. La cama con baldaquino, tocador, sillas, ‘chiffonnier’ y restantes piezas constituyen un conjunto poco frecuente dentro de su estilo.
Al salir, atravesando una galería con mobiliario del Renacimiento español, se llega a la escalera principal, con su techumbre de artesonado mudéjar de lacería de estrellas. En sus arrocabes aún se pueden ver los escudos de los apellidos de los segundos señores de Villaseca. Bajo la misma sobresale la balaustrada serliana, con dos tramos. Entre ambos se encuentra el muro de separación, con las armas de los Córdoba y Figueroa, antiguos habitantes de la casa. Predomina la decoración heráldica, con dos tapices del siglo XVI.