La historia del Palacio de Viana está ligada a la de las mujeres que vivieron en él, que, a lo largo de cinco siglos, impulsaron y reformaron el complejo que podemos disfrutar hoy en día. Su relato comienza el 30 de enero de 1421, cuando Leonor López, viuda de Miguel Ruiz, Tesorero Mayor de Andalucía y Murcia, vendió a otra mujer, Teresa Carillo, un grupo de casas ubicadas en la collación de Santa Marina de “la muy noble ciudad de Córdoba”, como dice la escritura de compraventa. La operación se cerró por 1.000 doblas de oro.
El 12 de junio de 1425, Teresa Carrillo vendió parte de esas casas a Ruy Fernández, señor de Fuentecubierta, por 750 doblas de oro. Unas casas que conforman el germen principal del Palacio de Viana. Y a las que él, sus herederos y el resto de propietarios fueron anexionando propiedades colindantes hasta configurar el palacio que conocemos ahora.
Una de estas ampliaciones de las casas principales fue la que realizó Gómez de Figueroa y Córdoba (+1562), primer señor de Villaseca, que en 1545 compró las llamadas casas de la Puentezuela de Tres Caños, donde se ubica el actual Patio de los Gatos, destinadas al alquiler. No obstante, hizo la adquisición a nombre de su esposa, Juana Carrillo Venegas. Y a la muerte de ésta la hija de ambos, María de Córdoba, las reclamó judicialmente y ganó el pleito en 1561. Estas casas se incorporaron al palacio en 1647, cuando el cuarto señor de Villaseca, Luis Gómez Bernardo Fernández de Córdoba y Figueroa, volvió a comprarlas.
Patio de Recibo y Caballerizas
Un siglo después, nos encontramos con otra de las grandes protagonistas de la historia de Viana: Ana Rafaela Fernández de Mesa y Argote (1737-1788), sexta marquesa de Villaseca y responsable directa de las grandes reformas que sufre el palacio en el siglo XVIII.
Posteriormente, el primer cambio importante en las casas originales lo realizó Luis Gómez de Figueroa y Córdoba (+1609), segundo señor de Villaseca, y también tuvo que ver una mujer: María de Guzmán y Argote, perteneciente a una de las familias más importantes de Córdoba, con la que se casó en 1571. Este aumento de estatus social, junto con el deseo de contar con un espacio amplio de entrada a la casa por el que poder meter los carruajes, motivó la construcción del actual Patio de Recibo y de la portada principal.
Con ella se crearon las dependencias para albergar el archivo histórico, una joya de la documentación nobiliaria en España. Y con ella también se remodela el Patio de la Madama y se construye el Patio barroco del Archivo. Ana Rafaela se casó con Fernando Cabrera Gómez de Cárdenas y de la Cerda, conde de Villanueva de Cárdenas: un matrimonio que unió el marquesado y el condado, y sus respectivos títulos y propiedades.
Última etapa del palacio
Dos siglos después, otra mujer dio un giro a la historia del palacio. Se trata de María del Carmen Pérez de Barradas y Bernuy (1828-1901), esposa y heredera del noveno marqués de Villaseca (en la foto). La marquesa viuda se casó segundas nupcias con Teobaldo Saavedra y Cueto, hijo del duque de Rivas y primer marqués de Viana. La marquesa tampoco tuvo descendencia con su segundo marido y fue el sobrino del marqués, José Saavedra y Salamanca, el que inauguró y marcó una nueva etapa en el palacio, al iniciar el proyecto de musealización del mismo y de difusión de sus patios.
La muerte del segundo marqués de Viana a los 57 años fue todo un acontecimiento social del que los periódicos de la época recogieron numerosos testimonios. Le sucedió su hijo, Fausto Saavedra y Collado (1902-1980), que murió sin descendencia y nombró heredera a su esposa, Sofía Amelia de Lancarter y Bleck (1904-1982).
El matrimonio es el responsable de la imagen actual del palacio, especialmente de los patios de los Jardineros y de servicio, que se incorporaron en el siglo XIX, a los que la marquesa dio un aspecto más señorial adornándolos con objetos arqueológicos y decorativos. Los marqueses también trasladaron a Córdoba numerosas obras de arte y mobiliario de su palacio de Madrid (actual residencia oficial del Ministerio de Asuntos Exteriores), que se pueden ver durante la visita al interior de la vivienda.
En 1980, la tercera marquesa de Viana vendió el palacio a la Caja Provincial de Córdoba (actual Cajasur). Gracias a esta operación, el 31 de octubre de 1981 el Palacio de Viana de Córdoba abrió sus puertas por primera vez a un público que jamás había visto su interior.